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lunes, 9 de marzo de 2015

LECTURA CRITICA NOVENOS, DECIMOS Y ONCES

 El cambio en Ecopetrol

En la noche del jueves pasado, la junta directiva de Ecopetrol designó al exministro Juan Carlos Echeverry como nuevo presidente de la compañía. Más allá de las especulaciones que se tejieron en torno a quién sería la siguiente cabeza de la empresa más importante del país, tanto en utilidades como en ventas, el nombramiento implica un cambio de era que solo puede ser calificado de trascendental.
La razón es que la buena salud del conglomerado es clave para el desempeño adecuado del país, en materia fiscal. Tanto los impuestos como los dividendos que la firma le gira a la Nación –dueña de algo menos del 90 por ciento de las acciones en circulación– equivalen a más del 15 por ciento de los ingresos corrientes del Gobierno.
Como es bien sabido, los tiempos recientes no han sido muy propicios para Ecopetrol. El abrupto descenso en las cotizaciones internacionales del petróleo ha sido el motivo de pérdidas cuantiosas, como las registradas en el último trimestre del 2014, cuando ascendieron a cerca de 611.000 millones de pesos.
No es usual que el balance de la sociedad muestre saldos en rojo. De hecho, es la primera vez desde cuando arrancó la política de privatización parcial en el 2007 que tiene lugar un saldo negativo. Pero si el propósito es volver a números en negro se requiere una administración que sea capaz de tomar decisiones, por dolorosas que sean.
En tal sentido, la responsabilidad de Echeverry es enorme. En medio de una coyuntura internacional muy compleja –por causa del exceso de oferta que existe en el mercado de hidrocarburos– tiene que liderar un proceso de ajustes orientado a disminuir costos y asegurar la viabilidad de la compañía en épocas de cotizaciones a la baja.
Como si esto fuera poco, su prioridad a mediano plazo debe ser conseguir un aumento significativo en las reservas recuperables de crudo, pues Colombia sigue muy cerca de perder el carácter de productor excedentario que tiene hoy. Aun con poco margen para hacer inversiones, no hay opción diferente a la de buscar un incremento, ojalá a través de hallazgos exitosos.
Por otro lado, la lista de pendientes es bien larga. Esta va desde la conclusión exitosa del proyecto de la refinería de Cartagena –el más ambicioso en la historia del país– hasta el manejo de las relaciones laborales con un sindicato como la Unión Sindical Obrera, que hizo un llamamiento general a la huelga y desea intervenir en la política de hidrocarburos.
A lo anterior hay que agregar los episodios de corrupción, atribuibles a un puñado de manzanas podridas. Más allá de que se trate de hechos aislados, la obligación de Echeverry y su gente es la de eliminar cualquier foco de venalidad, para que la justicia castigue con severidad a quienes se aprovecharon del patrimonio de los colombianos. Los casos no son comparables, pero el ejemplo de Petrobrás muestra que hay que reaccionar ya, para evitar lamentarse después.
Todo lo anterior comprueba que el desafío es grande. En medio de un entorno global hostil, Ecopetrol tiene que ser capaz de recuperar su carácter de empresa rentable y transparente, para garantizar su vigencia en el tiempo. Ello requiere un manejo profesional y transparente, un compromiso que le exige a Echeverry una inmensa dedicación en los próximos años. Tomado del periódico el tiempo.

martes, 3 de marzo de 2015

LECTURA CRITICA NOVENOS, DECIMOS Y ONCES

Alabanza del capitalismo
Algunos filósofos como Nicolás Maduro, enloquecidos por la ideología, acaban en el furor anticapitalista: el capital es la lepra de la sociedad. Y el rico, el demonio vector. Un prejuicio decimonónico ligado a cierto misticismo que floreció en los cafés europeos de los anarquistas rusos, donde iban Lenin, Bakunin y Joyce. Pero Joyce no tiene que ver con eso más que como testigo casual. Y seguramente estaba pensando en otra cosa. Fueron tiempos oscuros. Del atentado personal, de la dinamita en las patas de los caballos de los nobles rumbo al teatro.

Es extraño que no haya pasado de moda la idea de que la prosperidad ajena me daña. Y los ricos son malvados. Es cierto. Rockefeller, Morgan, Carnegie, Edisson fueron viciosos extremos por la arrogancia, la mezquindad, la vanidad. Un escándalo, humillantes. Pero también fueron expresiones magníficas de una época apasionada, protagonistas de la saga del materialismo, del poder del hierro, el carbón, la máquina. Solo monstruos así podían convertirse en los visionarios que llegaron a ser. Es una muestra de ingratitud no estar reconocidos con estas bestias de sombrero de copa que eructaban champaña, pero popularizaron la energía eléctrica y la bombilla, e integraron las ciudades de los rascacielos con autopistas y trenes y teléfonos, la radio y la televisión.

El capitalismo alivió el trabajo y democratizó sus productos haciendo más grato vivir. Hoy, cualquiera vive mejor que un rico hace un siglo. Con menos piojos, con una percepción más profunda de la vida, con el privilegio no desdeñable de la letrina. Y se alimenta mejor porque tiene nevera, licuadora y gas. Y está mejor educado que Pepe Sierra. Hace un siglo, el acceso a la universidad era un lujo. Y los libros eran más caros antes de la rotativa capitalista. Hace poco, la mayoría no llegaba a los ocho años. Hoy el mundo está lleno de viejos saludables que viven de su jubilación, a pesar de los abusos de los droguistas y de los inescrupulosos que se roban los hospitales.

Algunos piensan que los ricos son todos malos. Pero para malos conozco algunos pobres. El que envidia los ricos olvida que también lloran. La señora Pucci dijo que es mejor llorar en un Rolls Royce que en bicicleta, antes de entrar en una cárcel italiana por matar al esposo.

Tal vez la propia dinámica del capitalismo engendró la sospecha de que hay algo mejor. Porque el capitalismo ha sido fruto de la curiosidad y la voluntad de mejorar las cosas corriendo todos los riesgos. El libro de moda de Piketty, sobre el capital en el siglo XXI, su minuciosa investigación sobre la desigualdad, hace pensar que más allá de la aritmética de los percentiles, y por más que persista el escándalo de la pobreza, también es verdad que jamás hubo tantos ricos como hoy. Tanta gente acomodada que va de vacaciones al mar y puede abrirse al mundo más de lo que pudieron sus abuelos.
El capitalismo lleno de lacras y rodeado de peligros con su pasión por los negocios hizo por la concordia humana más que los discursos religiosos y políticos. Quién sabe si se superará según las predicciones de Jeremy Rifkin sobre la sociedad internética y el procomún colaborativo, según Pinker y su teoría de la pacificación creciente de la sociedad, según las fantasías de biólogo de Edward O. Willson o el régimen de impuestos de Piketty. Pero es esperable que acabe por minimizar las sombras de su potente resplandor. Por lo pronto, la industria astronáutica del capitalismo busca otros entornos para seguir prosperando si esto se descompone. Ya hay un carromato en Marte con sensores, a ver si es factible sembrar cajeros automáticos y si se pueden parcelar sus valles rojos para ponerlos en subasta. Una cosa nos enseñó el siglo XX. Todo lo que inventó contra el capitalismo fue peor que la enfermedad. (Tomado Diario el Tiempo ).